20130130

Sí. Kafkiano

Pudiendo quedarme en el resultado nefasto de cálculo matemático, me sitúo en el detalle del trazo del lapicero. Y es que tu trazo, en este caso la ausencia de él, no es algo que espero de alguien que me importe, sea verde o azul, pixel o carne. Porque como bien dijo aquella chica ególatra, yo he tomado mi decisión, con la consecuencia de que sé lo que tengo. La cuestión creo que rodea el quién eres. Acostumbrada a saber qué naipes alberga mi mano, valorando el cómo y sin importar en tu caso en calidad de qué, juegas una carta de otra baraja que tengo que procesar. Quizás consideraba que podíamos manejar el mismo palo sin ser así al no tener aún, creo, pruebas que lo avalen; o al menos, no pruebas que tras tu lance quedan reducidas a muy probablemente falsas. ¿Siguiente jugada? Bien, hay varias opciones. Desde acusarte de tramposo para poder así abandonar honrosamente la mesa, hasta continuar la ronda dejando colar esa carta de distinto dorso. De momento, sé que esto último no es lo mío.

De nuevo, esperaremos varias almohadas.

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