Alzan la voz. Ella determinó. Los ojos del caradriforme chico amenazaron con humedades. En su turno, ella concluyó. Él cerró la puerta. La chica meditó por un segundo, escuchando a su ello, a su ello peliculero. Buscó las zapatillas. Se las puso rápidamente y salió corriendo sin importarle nada más que encontrarlo. A la altura del parque lo alcanzó. Lo llamó. El chico se detuvo. Ella lo giró. Lo abrazó compartiendo lágrimas con la cara de él. Y unas palabras, como punto y seguido, junto a uno de los besos más puros.
Putada querer que sea ya, porque hace tiempo que no quiero querer.
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Y, por otro cierto, lo intenso dura poco y no por ello se atribuye no menoración. Las luces se apagaron del todo, y es que la bombilla barata huele.
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