Deseaba cerrar los ojos y ya estar con él, en su destino compartido, con
las manos de sus sombras agarradas, volviendo a tener sus ojos delante,
volviendo a odiarle... Quería dejar de jugar a eso de darse la vuelta
por si vuelve y dejar los cristales como puntos. Porque las despedidas
ya se le hacen raras y no le miente al confesar que quiere que se quede.
Y quizá los ojos rosas acompañen a otros sensibles, pero serán los
últimos, que amenazaban de verdad, huelgueaban, gritaban sin palabras un
"quédate" (también esta noche...) y se cerraban ante otros que no fuesen
sus ojos ojirosas. Suyos..., o eso quería ella.
Odiarle como siempre y hasta agotarse.
Odiarle como siempre y hasta agotarse.
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