20180503

Cervezas, sidras y cachimbas en campos de ajedrez

Así pasó su tarde. Jugando en un tablero que no sabía identificar. Si peña-pera, o fresa, o clásico. Si limón o mango (porque ahí no ponía tuti-fruti). No sabía si apostaba a poder acariciar su pelo o si aquellos brazos cruzados indicaban el fin de la partida. Quizá podría ser su reflexión para próximos movimientos. Porque quizá jugar ante piezas blancas intimida. Porque quizá quizás. Y de esta absurda, simple y banal manera y forma, decidió decidir. Retiraba corazón. Cogió su estimada reina de corazones y la sacó de la partida. Sabía que su rey quedaba vendido, pero tenía tantas otras piezas por jugar que decidió que así fuera. 

Y, digo yo, que por qué hay que defender al rey... Quién sabe, igual aparece Alicia.

Reina protegida. Bailemos.

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