A pelo. A vena abierta. Con luces en el techo mientras a la espalda tiene la inocencia dormida, respirando, soñando, rugiendo.
Bienvenida inocencia al mundo. Llegaste y, al parecer, como no hay sitio para todos, otros se fueron. Adiós al miedo, a las carreras apagadas, a la señorita que se recogía sola para dormir. Adiós a los cactus, a su cabeza, con cabezonería, a su fuerza y a tantas charlas. Adiós a la intensa mirada verde con profundos ecos, que a veces escacharrados y a veces enamorados. Siempre, con las salidas, despedidas y remordimientos. Y se remuerde por no haber pacientado más, por no haber salvado más, por no haber querido más. ¿Pero es que acaso pudo querer más?
Y en fin, volviendo al principio, un lustro y una pizquita después han traído a una noche triste maravillosamente creada. Con pestañeos. Con peso. Con brillo. Con horas de sueño. Mucho. Demasiado. Nunca tanto. Pero, querida, nunca tan querida.
Y en este punto, sólo espera buena compañía en este viaje. Sabe que la alfombra mágica ya ha hecho su primera parada y que toca disfrutar el vuelo. Y se despide de los ojos verdes, de las manos empatadas y de las voces al final calladas. Porque las echará de menos siempre. Y, aprovecha, recuerda a su otro pasado y le dedica este brindis. Va por ti, ojalá siempre.
Disfrutemos del vuelo, pequeño.
Bonito texto
ResponderEliminar