Te invito a un café, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
A mi memoria le queda poco por practicar tras tanta explosión intercategórica. Implora soñar. Tras un McDonald's a la espalda cuyo guardián asoma como inquilino tras mis paredes de colores verticalmente limitadas. Inquilino prostituido que paga en vasos de cartón el aviso de la llegada. Y yo, esperando el caballo que no llega. Robando elefantes ajenos. Reviviendo calabazas y, por qué no, aceptando cafés; que, aunque sin compañía, son cafés. La semana que viene..., veremos.
¡Te invito a un café! ¿Y tú me lo propones?
Café... eres tú.
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