Un día despejado que no consigue añadir el café a su mirada. Aunque quiera convertirse en otra taza seguro volcada en mi cama, por el momento sigue siendo mía. Sin neveras, sin vallas, sin chinchetas. Pero sin placer ultramarinos ni Berlines; sí un poco de aire azul en los ojos de siempre, de ése, del que brilla...
Mía. Porque mi nombre en boca ninguna aún no está seguro. Y mi cama dice "nada".
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