A ver quién te aguanta a ti sin tararear... Llámame heptagenaria, pero han sido treinta días fugaces. Días con besos dictados, besos en la frente (sobre todo con uno), con besos en estaciones de tren, con besos en los dedos, besos que ponen la piel de gallina y besos que hablan sin más. Treinta días que, seguro, vendrán seguidos de otros tantos que seguirán siendo fugaces, aunque duren diez horas (más si duran tres), de los que podemos pedir esos famosos sueños a compartir bajo ninguna (ninguna) restricción. No me hace falta salir o no salir, sólo tú. Y por pedir, pido horas. No, mejor. Días. Días enteros, pese a no poder dejar de ser fugaces.
----
Aparte, pinzas que tiemblan en su cuerda porque el aire empuja esta vez. Después de tanto sin amenazar con "brevísimos tiempos", parece que sí remueve y que sí deja heridas, aún siendo aire. Ahora sólo toca abandonarse a la oración y a la súplica a la razón ajena, esperando cualquier cosa (al menos con happy ending).
----
Y con respecto a los modernos varados en el camino, un déjame en paz. Y un yo no tengo asiento para ti, me da igual que quieras ser mi maleta cuando ves que mis manos están ya ocupadas. Toca recordar aquel "Él puso tres puntos suspensivos a su historia. Ella [bien] borró dos". No tengo nada que pensar.
----
- ¿Cómo he podido estar sin ti todo este tiempo? -recuerda, como de costumbre, vestida de sonrisas.
- ¿Cómo he podido estar sin ti todo este tiempo? -recuerda, como de costumbre, vestida de sonrisas.
Horrible. no puedes estar mal ni medio día. (Y que así sea). Pido una estrella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario