-Yo y mi montaña rusa. Mi montaña rusa y yo.
Y así va ella, en un lamento, quizá siguiendo a la luna, soleando no sabe cuándo. Y es que de nuevo (ya no tan nuevo) se tambalea su suelo. Sus baldosas compartidas. Y ella lo llama educación. Lo llama madurez. Lo llama recuerdo. Lo llama..., no lo llama él. Vuelve a la obligación de constantes dejà vus de los que huye, por desgracia, casi constantemente. Al menos, más constantemente de lo que su mente aguanta. "Dejadme en paz", implora ella sin fuerza ahora. No está preparada para más. No cuando su vagón veía desde lo más alto, todo verde y azul. Azúl, que teñía sus retinas pero que su parte real no aceptaba. Y sin decírselo, la dejaba ir, a la pobre Ella.
Se ha quedado sin colores, esperando, de brazos cruzados y tapando sus ojos, a que vuelva alguno.

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