Entre teclados laborales cuando digitalmente no debería, se recuerda su camino y se felicita. Vas bien, querida. Aguanta.
Efectivamente, tampoco hay motivos para más. Tampoco tiene tanto. Tampoco es tanto. Tampoco quiere más. Y como dijo ayer, espera que su brújula no se estropee, porque su propia mano ya le resulta desconocida. Que reaccione como quiera.
Esperando ayuda mínima de superyó... Y qué coño, ¡impulsos de ello!
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