Se acuesta en su cama sintiéndose aquel violín de cuerdas rotas que cree que siempre ha sido. Acaba de mandar aquellos mensajes ocultos en los que decía "Jamás creí en tus promesas"... aunque ciertamente creyera. Pero quería decirle que ya no le servía. Lógicamente no. ¿Cómo ahora? Si los pasados se borran de un vistazo. Como quien deja salir el aire de su boca tras una profunda respiración. Aunque le haya dado vida. Aunque le haya encendido. Y al final es que es como no dice la canción... Las llamas delicadas sí se apagan. Siempre. Y no hay para siempres. No va a haberlos. Aceptarlos sería un suicidio.
Así, pues. Sin más. ¿Cómo se borran años y momentos? Debería quizá eliminar los signos de interrogación...
Que aunque sorprenda quiere pensar que quizá fueron señales que nunca supo ver. Pulseras perdidas, nudos rotos. Ropas negras retornadas a sus armarios originales. Grises nunca regaladas. Viejas noches jamás compartidas. Gritos elevados hasta cada estrella que pudo cubrir cada una de sus noches... Cada una. Malas respuestas compartidas con sus alegrías. Derrotas vaticinadas. Cambios fracasados. Fracasos regalados... Señales y más señales. Pero ahora sólo deben quedar esos pasos de cero, o de uno ¡o de lo que sea! Pero pasos. O aleteos. O silbidos, bailes y tarareos. Cualquier cosa.
«Muévete, pequeña. Vuela, porque el cielo es tuyo. Vuela.»
Borrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario