¿Cómo puede empezar? Vuelan en su cabeza los atardeceres, sobre todo aquél francés. Ve la llegada con sabor a limón de aquella piel que después le serviría de abrigo. Porque, recuerda, a su muñeco de juego favorito debería pedirle calor, además de estiramientos. Pero sobre todo, calor, del bueno, del de los besos al sol. Y luego si quiere que ocupe la búsqueda muscular en cuerdas ajenas. Que podría. Como dijo, no va a otear horizontes. No quiere preocuparse de pasadomañanas. Sólo quiere esa grandeza que la (sí, la) convierte en algo tan frágil y pequeño que podría repetir los cielos oscuros a su lado que hagan falta. Literalmente. Porque los caminos pueden empezar en cualquier sitio.
¿Por qué no?
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